martes, septiembre 20, 2005

mea culpa

-Tengo que decirte una cosa. ¿Te acuerdas cuando te dije que iba a dejar de fumar? Pues no lo hice. He estado todo este tiempo intentándolo sin conseguirlo, pero no tenía valor para decírtelo.
Ella se queda callada, mira sorprendida, directamente.
-Entonces... ¿has estado fumando a escondidas de mi?
Ella se calla, no dice nada, no hay las explosiones que él esperaba, nada como aquella vez que tanto le había molestado, pero que a la vez era la razón (¡la excusa!) de su miedo a reconocerle que no tenía voluntad.
-Yo quería contártelo cuando ya lo hubiera dejado, pero no ha habido manera. Y después de todo lo que hemos hablado estos días, no podía tardar más en decírtelo.
Las frases tan ensayadas, ese punto de declaración preparada que siempre ha odiado, a él le gusta tanto la naturalidad. A él también le encanta hacerse el experimentado, el sabio que siempre tiene respuestas sobre qué debe o no pasar en una relación para que vaya bien, siempre con la verdad en la mano, siempre sabiendo decirle a ella por qué no llevaba bien las cosas; quizás tenga parte de razón, pero la ha perdido del todo al no seguir sus propios consejos, y es consciente de ello.
Verá cómo las lágrimas empiezan a salir de los ojos de ella, lentamente. Antes está tranquilo, sabe que no necesita siquiera que ella diga nada, que lo perdone o no. Sabe que la ha cagado, y sabe que lo ha reconocido. Todo lo demás no importa, y menos sabiendo que ni siquiera es esencial que fume o no. Lo importante era la mentira, y eso lo ha solucionado. Un comienzo casi desde cero para él, que creía que su miedo a decir las cosas claramente había desaparecido, y se había tenido que reconocer que no era asi. Si tanto se jactaba dentro de su cabeza de que había cambiado y que ya no le costaba defender sus actos y reconocer sus errores, esto había sido un paso atrás, y ahora sabe que empieza a recuperar la distancia que había perdido con quien quería llegar a ser.
Pero claro, él está preparado para enfrentarse a una discusión, para reconocer serenamente su fallo y afrontar las consecuencias, para intentar demostrar que, si había acabado por decir la verdad era porque no soportaba no haberlo hecho antes y no quería volver a equivocarse. Aunque le da miedo perder su confianza, incluso aunque sea sólo una parte, sabe que tiene que arriesgarse si quiere ser consecuente.
Pero no está preparado para ese silencio, las lágrimas, la mirada esquiva, los reproches que tienen mas fuerza cuando ni siquiera se dicen. En ese momento se da cuenta de que ella le importa mucho mas de lo que había podido creer. Comprende que no le duele tanto no haber tenido el valor de decirle la verdad como haberla defraudado, haberla destrozado por dentro en un segundo, fuera cual fuera la causa; y no tiene tanto miedo de que ella no vuelva a confiar (al fin y al cabo, ya se vería, pero ni siquiera puede pensar un segundo en eso) como de que ella siga sufriendo una décima de segundo más. Casi por primera vez en su vida, le importa mucho menos cuales puedan ser las consecuencias para él que arreglar lo que le ha hecho a la otra persona. (Más tarde, de vuelta a casa, cuando ya todo se ha calmado, sonreirá, porque se habrá dado cuenta de que, en definitiva, después de semanas de sentimiento de culpa, eso es justo lo que él quería sentir, tener la certeza absoluta de que, en el momento en que ella lo necesite, sólo podrá pensar en estar a su lado, y eso, al fin y al cabo, es parte de la madurez que tanto anhela.)
La escena se interrumpe por un momento. Una chica se acerca a ellos, quizás demasiado concentrada en sus obligaciones como para darse cuenta de que tiene el don de la oportunidad.
-Perdonad, ¿os puedo hacer unas preguntas sobre el tabaco?
Ella levanta la cabeza, fuerte por un segundo, segura, sin dudar.
-Mira, ahora no es el mejor momento.


Él termina de releer lo que ha escrito, encendiéndose un cigarrillo.

viernes, septiembre 16, 2005

caja china

...se sienta delante del ordenador, lo enciende, abre una página, escribe unas letras pero las borra enseguida, comprueba si terminó de bajarse el último episodio de la serie que está descargandose, vuelve a la página, la vuelve a cerrar, un par de partidas de buscaminas, mira el correo, otra vez la página, apaga el ordenador. Lo vuelve a encender. Lo vuelve a apagar.
Tres días después, vuelve a encenderlo, y esta vez empieza a escribir como se sienta delante del ordenador, lo enciende, abre una página...

miércoles, septiembre 14, 2005

experimento

me ha vuelto el gusanillo de escribir de nuevo, al menos de bloguear, que es lo único de lo que soy capaz en cuanto a poner una palabra detrás de otra. así que se me ha ocurrido un experimento: este blog va a ser un intento de escribir historias cortitas, más que nada para inspirarme para escribir letras, y un poco para forzarme a hacerlo, que mi inspiración últimamente no anda muy allá (ya se sabe, tranquilidad+estabilidad=poca creatividad, al menos en el el caso de fraudes como yo... menos mal que no ha afectado a lo musical, porque si no bien íbamos). A ver cuánto dura el tirón.